En la tarde cansada la música
suena, acompaña; la soledad es quebrada en notas arrogantes que amortaja el
silencio. Voces que huyen, miradas ladronas de miradas, ruidos de pasos en el
hueco misterio.
Sombras que cruzan sus umbrales buscando el único camino de salida.
Sombras que cruzan sus umbrales buscando el único camino de salida.
Gente gastada, rostros
desaparecidos, rostros que desaparecen en la luz que la noche amortaja.
Todos se van, todos huyen, todos
desaparecen, buscando ¿qué…?, y se sientan a esperar más tiempo que han de
gastar, como si éste nunca hubiese de tener fin, como si esta entrega fuese
eterna; esperar…. esperar.
El cristal que los envuelve se
asoma manchado sobre las miradas, y el cuerpo solitario perfila su carnalidad
sobre la cruz del día. Maldice su vida un perro ahogando su hambre de calor
devorando el misterio de la noche. Si alguna vez se va, dejará su piel sin
corazón.
Ciudades abiertas, mentes
derrotadas. La gloria que desean les esquiva la mirada. Todos siguen el
sendero, unos tras otros, ciegos, mudos, muertos… Preguntas sobre preguntas.
Paseando sobre el abismo, arrastrando su alma. la sonrisa se desnuda huida,
avergonzada, giran y vuelven sobre sus pasos, algo ha de pasar.
Pasean abrazados, se despiden al
final. La tarde muere dormida en su tristeza. Vieja melodía, vieja nostalgia,
vieja historia, vieja soledad.
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